POR ARISTEO JIMENEZ
La única cultura real que hay en Monterrey es la de hacer billetes,chingar al que se dejé, así sea mi abuelita o a mi compadre, estas palabras las escuche en el año 1986 de el Tío Tom, un lenon y tratante de blancas que buscaba jovencitas en las rancherías de la huasteca potosina, les ofrecía trabajo en las casas ricas de San Pedro. Para convencer a sus familiares les soltaba un fajo de billetes de varios miles, firmaba un contrato espurio con el abogado que lo acompañaba, que en realidad era un matón a sueldo contratado por maridos ricachones para deshacerse de los amantes de sus esposas. El Tío Tom manejaba una camioneta suburban donde cabían ocho pasajeros, cuando ya tenía la carga completa, les tomaba fotos a cada mujer y luego ya de regreso a Monterrey visitaba a sus clientes, la mayoría de San Pedro, las mas feas se las vendía para que sirvieran en el trabajo doméstico, las que tenían un rostro bonito y buen cuerpo era un trato aparte, porque quien las adquiría era para convertirla en su amante. Pero el se quedaba con una o dos que ofrecía a los dueños de los congales de aquella época. Casa Sául, El Alfredos, Casa Blanca, El Mala Noche No, entre otros. El Tío Tom también era agiotista y sus clientes eran los obreros de Hylsa, Cementos mexicanos y Keramos. Les prestaba por semana, y el sábado los esperaba en la puerta de la fábrica para cobrarles. Si el préstamo era de quinientos pesos les cobraba setecientos cincuenta. Pero yo lo conocí en otro negocio que tenía a orillas del Río San Martín,—- este changarro lo tengo para despistar al enemigo—- solía decirme ya pedo y empezaba a insultarme—ustedes los jodidos siempre estarán jodidos porque son guevones, son unos indios ladinos, deben aprender de nosotros los sampetrinos, que cuando nos jodemos a alguien nos curamos del pecado cuando se lo platicamos a otro sampetrino, quien nos da una palmadita en la espalda que es el signo de la aprobación. En ese lugar tenía una bodega construida con blocks y techo de madera y láminas, vendía cervezas mexicanas y gringas, era atendido por meseras muy jóvenes y guapas, el lugar solo funcionaba por las noches los fines de semana. yo lo empecé a frecuentar cuando conocí a Carmela una espigada mujer, con una preciosa cabellera negra que le llegaba mas abajo de la cintura, por eso soportaba las pendejadas que me decía el Tío. Al lugar acudían albañiles, obreros y hombres sesentones que iban en busca de carne joven.Una madrugada lo vi discutir con dos hombres trajeados, se escuchaban puras maldiciones, pero la palabra que mas se oía era la de —-rata asquerosa— he iba dirigida al Tío Tom. La siguiente semana que acudí al lugar lo encontré cerrado. A Carmela me la rencontré dos meses después en El Dengue, un congalillo que apestaba a mierda sobre Juan Méndez y Reforma,pero ya tenía otro novio—-le dicen El Rigo Aristeo, es el sacaborrachos de aquí y es luchador, pero yo te sigo queriendo amor, si quieres nos podemos ver en otra parte, no gracias Carmela, no me gustan las sobras—- Así le contesté y abandone el lugar. Al Tio Tom lo volví a ver el día que estaba con mis hermanos en una funeraria de San Bernabé velando a mi padre. En la lista de los difuntos que esa noche estaban en la capillas decía Tomás de La Garza Tijerina de setenta años, su nombre real, fui a ver el féretro y si era él.