POR VERONICA SADA PEREZ
La experiencia que me ha dado presidir PRO Propuesta Ciudadana (una organización de ciudadanos regiomontanos que se reúnen para analizar y debatir sobre la actualidad política de México) en esta época electoral me lleva a la conclusión de que, a pesar de nuestras diferencias de opinión, es necesario defender a toda costa la libertad y el derecho a expresarnos.
Al interior de nuestra organización conversamos, discutimos y analizamos las propuestas de los candidatos a la Presidencia de la República, alcaldías nuevoleonesas, diputaciones locales y federales, etcétera.
En no pocas ocasiones los ánimos pueden llegar a caldearse ante la pasión que cada uno pone en plantear sus puntos de vista.
Nunca, sin embargo, hemos cruzado la raya de los desacuerdos irreconciliables. No se ha perdido ninguna amistad ni se han dejado de hablar entre sí cualquiera de nuestros miembros.
¿Y esto a qué viene? A que en el espacio de lo que se llama opinión pública, las discusiones han llegado, desafortunadamente, al punto de las rupturas.
Da tristeza ver que los amigos se separan, las familias se dividen y la discusión de alto nivel se desintegra en el fuego de las posturas irreconciliables entre quienes quieren ganar a toda costa una discusión sin escuchar a los demás.
De eso se trata para muchos ciudadanos: de imponerse en cada conversación, de denigrar a quien tienen enfrente, de hablar sin sentido crítico del candidato al que se apoya como si se hablara de un dios o un súper héroe con poderes magníficos.
No querer escuchar, no abrir la mente a otros puntos de vista y negarse a aprender de los demás reconociendo las carencias y errores propios es un mal de nuestro tiempo y un gran obstáculo a la democracia.
Sin diálogo no hay democracia. Sin la existencia de varios puntos de vista sobre un mismo tema no hay pluralidad. Sin la disposición a aceptar las diferencias de opinión, no hay tolerancia.
No se trata de llevar tatuado en la piel un color u otro según el partido político o el candidato de nuestra preferencia.
Lo que realmente es esencial para revivir la democracia en México es antes que nada pensar como mexicanos de una sola nación y, después, como ciudadanos con preferencias políticas distintas y encontradas, pero siempre tolerantes.
Nuestra identidad como mexicanos y como ciudadanos de una sola nación, que queremos darnos un gobierno republicano y que profesamos valores democráticos, es lo que está por encima de cualquier otra consideración.
Sin ese interés superior por la convivencia cívica racional, estaremos perdidos.
Ojalá recordemos todos, cuando nos enfrasquemos en la próxima discusión en un foro público, salón de clases o una mesa de café, que nadie tiene por sí mismo la razón absoluta ni el monopolio de la verdad.
Al contrario, reconozcamos que podemos estar equivocados en nuestras apreciaciones y que, por ningún motivo, debemos imponer por la fuerza nuestros puntos de vista a los demás.
Ése es un principio fundamental en PRO Propuesta Ciudadana y sería un buen primer paso para regresar al camino de la democracia: México nos necesita como ciudadanos de altura.
La autora preside PRO Propuesta Ciudadana, organización de la sociedad civil con base en Nuevo León.