POR ROBERTO GUILLEN
Queridos lectores, a continuación les comparto un texto que comprende las páginas de mi libro Labios de Warrior, publicado por la editorial Oficio hace unos 10 años. Que lo disfruten.
Chamanicamente vienen…
Los que sí aman a la Tierra se han cruzado por mi camino de los libros y para la Imaginación. Debo confesar que en mi condición de urbano estelar ha significado toda una revelación y enriquecimiento del Espíritu. De tal manera que después de convivir con los hombres del campo me observo como si me faltara el sentido de todos los sentidos: el respeto por la Naturaleza. Como un desdentado analfabeto bizco, para convivir con las plantas y los animalitos. Algo así como un erizo desbrujulado en los pantanos de cemento, donde disfrutamos los taquitos al pastor, la papaya con leche en la osterizer, y los embutidos de la Fud. Que la regamos con la manguera y que paseamos con indiferencia neoyorkina entre las fumarolas urbanas que le están dando en la maceta a la capa de ozono. La pasión futbolera, la mentada «golosina visual» y otros divertimentos del neón seductor no permiten que le brindemos atención a eso que llaman calentamiento global. La tierra sufre preocupantes malestares anormales, pero como en los tiempos de Noe, parece no importarnos. A los que aman la Tierra, sí…como aquel campesino de Dios que vi en Guerrero, cuando abordo de una camioneta transitábamos por un solitario camino de terracería, y a la distancia se divisaba una figurilla humana. Gracias a que el vehículo no era conducido a gran velocidad, pude contemplar el rostro del campesino cuando pasamos frente a su persona: su mirada me asombró, porque en sus pupilas pude verr la Oración que nunca harán los apacibles papas del Vaticano…
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En Diciembre de 2004 tuve la oportunidad de conocer a Ignacio del Valle, dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, quien con el apoyo de sus «macheteros» evitaron que el presidente Fox construyera un aereopuerto en Atenco, Estado de México.
Como se recordará, el presidente quería pagar a siete pesos el metro cuadrado, pero los comuneros no lo permitieron. Recuerdo que Nacho del Valle me invitó a las rancherías para convivir con sus compañeros de lucha, donde brindamos entre caballos, marranos y vacas que plácidamente pastaban entre los prados y matorrales. Fue sorprendente conocer personas que estaban dispuestas a dar su vida en defensa de la Tierra.
25 meses después el destino me tenía preparado otro encuentro con otro personaje que también ama la Tierra, Erasmo González Luna, habitante de «El Pajonal», ejido ubicado en la Huasteca, también perteneciente al Parque Nacional Cumbres, una reserva de la biósfera, decretada por el General Lázaro Cárdenas, y en el 2007 por la UNESCO. Pero en la reserva existe el peligro latente de ser afectada por un proyecto inmobiliario, cuya inversión inicial es de 500 millones de dólares. Demasiado dinero como para comprar todo un cabildo entero…menos a los ecologistas de a deveras, menos a los activistas que sí aman la Tierra. Porque cuando de la madre naturaleza se trata, salen sobrando credos, posiciones políticas y demás filtros que segmentan al hombre.
Conocí a Erasmo en la oficina del telefonista Sergio Rodríguez, quien preside la Secretaría del Trabajo del sindicato de Telmex. La primera impresión que tuve del hombre campirano, fue la de un oso negro indomable que tiene que salir urgentemente de su territorio por la escasez de alimento. Pero en este caso se trataba de algo mucho más trascendental…
Recuerdo que estaba leyíendo el periódico La Jornada en la oficina de Sergio Rodríguez, cuando entró Erasmo y me saludó. Correspondí a su saludo de forma verbal, pero seguí clavado en la computadora. Después de una breve pausa, me volvió a dirigir la palabra:
Me dijeron que es usted activista…quiero que me ayude a defender la Huasteca…
Así es, respondí maquinalmente, al tiempo que soltaba una carcajada, mientras veía una caricatura de «El Fisgón».
Quiero que me ayude
Su expresión franca me dejo tieso. Al momento abandoné el ordenador y viré mi rostro hacia la persona que me hablaba.Era un hombre del campo. Era el eterno retorno diciéndome: venimos por tí; hay una tarea para tí; llegó la hora de actuar, muchacho.
Sabía que el problema de la Huasteca era Causa en toda su expresión, y estaba dispuesto a participar en cualquier momento, pero nunca pensé que se me invitara a participar de una manera tan expresa.
Otra vez cara a cara un hombre del campo y un urbanita en el trapecio contra el Olvido. Otra vez una causa que defender. Otra vez la Tierra.
Necesito información, le dije a Erasmo
Al instante me entregó una serie de documentos donde se describía la problemática. Empecé a leer uno de los documentos y me llamó la atención el nombre de una ave, llamada la cotorra serrana , misma que sólo habita en la Huasteca y en una región de Australia; es decir, en peligro de extinción y máxime cuando a los zopilotes inmobiliarios del Valle de Reyes ya les anda por picotear el Cañón de Ballesteros.
Oiga, me podría decir cuál es el grito caracterísitico de la cotorra serrana?
El ranchero se acomodó el sombrero, movio sus hombros y aguardó unos instantes de concentración para después emitir un graznido similar al de una urraca.
Su gesto me pareció tan fresco y auténtico que no pude evitar una cascada de carcajadas, que después fueron secundadas por el felefonista Sergio Rodríguez.
Erasmo, le dije con un gesto celebratorio, este va a ser nuestro grito de guerra. Y cuando esté enojado o quiera tirar la toalla, recuerde que tiene que hacerle como la cotorra serrana. El telefonista de inmediato empezó a emular a Erasmo, pero con un movimiento cómico de sus brazos, lo que provocó que los tres explotáramos de risa.
Tiene usted razón joven, todos los personajes que luchan, tienen su grito de guerra. Tarzan, los power rangers, acuaman…
Así es, respondí, pase lo que pase, no se olvide de gritar como la cotorra serrana. Recuerde que la lucha es una gran responsabilidad…pero tambien es una Fiesta.