POR ORIOL MALLÓ
El «diálogo» es la antesala de la rendición incondicional. Y es regla en España desde la transición. De Carrillo a Puigdemont, del eurocomunismo al soberanísmo, los líderes se encargan de decapitar todo atisbo de poder popular para ofrecer a los fácticos intereses la deseable estabilidad de los negocios con un hipócrita Parlem/Hablemos.
Por el bien de la democracia, claro está.
Tiempo de apagar los focos, volver a la depresión íntima y armarse de excusas o de cinismo, mientras el lento declinar de nuestros derechos prosigue su apacible, pacífica y «negociada» demolición.
A mí la ilusión me duró ocho días, ¿pero se imaginan la desazón de miles de catalanes descubriendo, en tiempo real y ante los ojos del mundo, la simulación de la falsa independencia?
España es una sola nación. No me caben dudas. Hagas lo que hagas, sólo se puede perder.
¡Qué viva Felipe VI!