POR RAÚL A. RUBIO CANO
Como vivimos en una sociedad donde el gran Capital hace y deshace lo que le pega en gana para garantizar su permanente y ascendente valorización, destruyendo en ello hombres y naturaleza, es normal en este modo de producción y correspondiente modo de pensar, considerar a la mala calidad del aire como poco importante, esto va desde el presidente del país, a gobernadores, no se diga a nuestros alcaldes. Querer meter en cintura tanta maldad de autoridades irresponsables con el bien común, sólo ha llevado a que en el caso de alcaldes del área metropolitana, éstos luchen ya para que no se les someta, vía la Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano, a una idea de metropolización para regular las dinámicas urbanas y pensar en el interés colectivo y no en el desarrollo urbano de unos cuantos capitales inmobiliarios de grandes dimensiones que, gracias a las reformas del Artículo Constitucional del 115, fueron inutilizano la rectoría del Estado Benefactor para imponer la “Ley de la Selva” en cada municipio y, a favor de los zares del desarrollo urbano; situación que ha llevado a una brutal contaminación del aire (no digamos de muchas otras cosas más), que se ha traducido en una estadística de muertes atribuibles a esa contaminación muy superior a las muertes generadas por la violencia de estos tiempos, como lo señaló hace dos días el empresario Alberto Garza Santos, presidente del Observatorio Ciudadano de la Calidad del Aire del Área Metropolitana de Monterrey, al firmar el memorando de entendimiento con el área metropolitana del Valle de Aburrá, Colombia (El Norte 24/1/2018). Ya lo ha venido señalado el abogado Mariano Núñez: Monterrey es una ciudad metropolitana desde su fundación y hasta el gobierno de Natividad González Parás, se dieron las grandes contribuciones para ejercer esa metropolización, pero posteriormente, los siguientes gobernadores, poco les ha importado, no digamos a los alcaldes que desde su Asociación Metropolitana de Alcaldes (AMA) buscan imponer su férula. Por eso, como dice Núñez, no quieren la Nueva Ley de Desarrollo Urbano, porque es hacerlos pensar en función del interés colectivo y protección ambiental en serio, para toda la metrópoli. Ahora los zares del desarrollo urbano piensan y construyen Distritos Urbanos, pero sin una idea de metropolización, invirtiendo sus capitales en grandes edificios, centros comerciales y demás infraestructura y poco les importará lo que los nuevos vecinos hagan para vivir o transportarse al interior y exterior en esas unidades distritales. Pero en el pecado va la penitencia para el Capital y su maldad, ya que los distritos tenderán inevitablemente a la formación de autogobiernos (la indignación vecinal de San Pedro, torció las aspiraciones de Mauricio). Tenderán a la emancipación, la autonomía, la libertad y hasta una economía al interior de esos distritos, para que se conciban en lo que el Banco Interamericano de Desarrollo ha llamado: “Distritos Naranja”. ¡Oh Marichuy! Vocera del Consejo Nacional Indígena, que cerca estás de nosotros para ir acabando con el reinado del Capital ¡Órale! raurubio@gmail.com