POR DANIEL BUTRUILLE
Para elegir a 51 alcaldes y a 26 diputados locales, la Comisión Estatal Electoral ha registrado cerca de 630 candidatos y planillas. Cerca de 10 candidatos para cada puesto por llenar. Estos datos muestran lo absurdo de una Ley Electoral que se niega a reconocer la segunda vuelta como un mecanismo electoral indispensable. Indispensable para darle legitimidad a quien resulte electo. Indispensable para obligar a alianzas que deben constituir la esencia de la democracia civilizada. No una democracia rabona que pierde su significado cuando el ganador no alcanza ni el 30% de los votantes y a veces, ni siquiera el 15% de los electores registrados. Parece que la “nomenclatura” que pretende controlar el sistema político del país, se opone a esta claridad necesaria para que los gobernantes electos tengan la fuerza electoral para gobernar. Prefieren las ganancias de los pescadores en aguas turbias a la claridad de una victoria sin cuestionamientos. Tener un mandato claro implica tener la autoridad para gobernar. No necesariamente la capacidad. La elección del Bronco en Nuevo León demostró que se puede tener la autoridad por el resultado de la elección y sin embargo carecer de la capacidad para gobernar. La falsa democracia mexicana cuelga de un hilo, sujeta a la falta de ética de una clase política que se cree ungida y autorizada para llevar al país al precipicio. La segunda vuelta electoral no resolverá todos los problemas de la incipiente (e imperfecta) democracia mexicana, pero, sin dudas, permitiría un mejor equilibrio de fuerzas entre políticos y una mayor credibilidad en procesos que siguen siendo muy cuestionados. butruilled@hotmail.com