POR DANIEL BUTRUILLE
Un proceso electoral que fue ampliamente aceptado y reconocido a nivel federal se está volviendo grotesco a nivel local, con una Comisión Electoral Estatal desempeñando un papel ridículo, sometiéndose vilmente a un golpe de fuerza de parte de un Tribunal Electoral Estatal dominado por jueces que ni este calificativo merecen. Esto ya parece más un asunto de venganzas personales que un asunto electoral y ni hablar de un asunto de justicia. Los pataleos de la partidocracia provocarían rechazo si no fueran tan cómicos. Lo que perdió en las urnas, el PRI está intentando recuperarlo torciéndole el brazo a la ley, con el apoyo de un Tribunal a modo. 2 diputaciones de mayoría, ¿6 diputaciones regaladas? Ya no tienen vergüenza. ¿Para qué hacer elecciones? Aún muertos y derrotados, pretenden seguir imponiendo su voluntad. No entendieron que los electores los rechazaron, a ellos y a lo que representan. Entendemos que Nuevo León no es el único estado en el cual se hacen reajustes sin ton ni son después de las decisiones asumidas por las autoridades electorales. La democracia no puede negociarse en trastiendas después de cada votación. Todavía falta mucho para que se alcance la madurez cívica y legal que requiere una democracia representativa. Ni hablar de una democracia participativa. Más lejos estamos de este sueño ciudadano. Sobre todo cuando el nuevo régimen mató en la mesa de discusión (no será nunca de negociación) la exigencia básica de un verdadero combate a la corrupción, a través de la figura de un fiscal autónomo que el nuevo tlatoani rechaza tajantemente. Y le encargó a Tatiana Clouthier ser su muro de contención, aguantando los embates de más de 300 OSC que insisten tercamente en una Fiscalía autónoma. Los cambios se gestan con dolores. El combate a la corrupción al estilo del nuevo régimen será superficial y lleno de incongruencias. Todavía le quedan días gloriosos a la corrupción en México. Que demuestre AMLO lo contrario. butruilled@hotmail.com
