POR ROBERTO GUILLEN
Corrían esos días cuando en el antiguo y precioso palacio de correos despachaba en el Conarte mi brother Romeo Flores Caballero. Esos días cuando todavía me quedaban pilas para ir a sus ruedas de prensa, y prendernos en un relampagueante madreo de sarcasmos. De tal manera que cuando nos encontrábamos siempre surgían las chispas de un lúdico esgrima:
Un soberbio catrín del sistema contra un garriento anarquista que se ha inventado un personaje denominado El Señor de los Libros.
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Recuerdo que en uno de sus cocteles, en el Centro de los Artes, se me apareció con su comitiva, embadurnado con la soberbia del Poder mientras yo degustaba de una sabrosa Bohemia con una feria de cocteleros sin remedio. Cual Alejandro el Magno paró los caballos de su jerarquía, y al ver mi rostro barbado, me dejó ir un descontón verbal:
– Si te rasuraras podrías trabajar conmigo
– No caballero, yo no soy un vendedor de celulares
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Y neta que sí, queridos lectores, que bellas lucían las exposiciones en ese palacio que anda reclamando el maestro Gerardo Cantú, con el rictus del patriarca Moises-en-el-Valle de los Onagros ; pero esa noche, la noche de Romeo, el Arte de la fotografía nos atrapaba con el erotismo delirante de una sirena sin rubor. Era la imagen central de la Noche…y a unos cuantos pasos del poderoso periódico El Norte. Circunstancia que aproveché para lanzar mi primer dardo:
Oye, Romeo, ten cuidado con esa foto, no te vaya a censurar Mr. Junco, y seas excomulgado de la divina nómina..
Con el gesto delMichael Corleone dibujó la soltura de un contoneo que lo traducía como hombre de mundo, para después dispararme con una frase cotorra, que también la he adoptado, cuando se enteran con quien se roza este crápula:
«Tu a mi todavía no me conoces»