POR DANIEL BUTRUILLE
Cómo líder de su partido, el presidente Peña está siendo ahora más un estorbo que un apoyo. Porque sigue sin entender que no entiende. Cuando en una inauguración de algún hospital en Nogales, Son., manifestó su desesperación frente al enojo social que se manifiesta por doquiera, dejó en claro que su ceguera sigue total frente a lo que sucede en el país. Exige que se compare la situación del país ahora a cómo estaba hace cinco años, y no se percata que esto es el motivo del enojo social. Podrá lucir todos los avances materiales que el dinero del erario le permitió lograr, y la sociedad le seguirá reclamando los retrocesos morales y éticos que él permitió, avalando una corrupción que él considera cómo un aspecto natural de la vida política. Podría haber solucionado los grandes problemas de México, lo que no hizo, y todavía existiera el enojo palpable que sus allegados no le pueden disimular. El país no le perdona la corrupción que él exhibió cómo un mal necesario en lugar de atacarla. ¿Cómo la iba a atacar, si él era, y sigue siendo, parte de ella? ¡Y su principal beneficiario! En connivencia con el PAN, promovió un Sistema Nacional Anticorrupción, solamente para hacer todo lo posible para dejarlo inoperante. Un sistema que carece de los actores principales que están descritos en el guión, pero que por confabulaciones políticas de bajo nivel, él y sus aliados legislativos no permitieron que aparezcan en el escenario ni siquiera para saludar al público. El enojo social, señor presidente, es consecuencia de su inmoralidad, la de Usted y de sus principales asociados, que sin la intervención oportuna de medios de prensa, hubieran acabado despojando al país en su totalidad. Y que todavía siguen intentándolo en su último esfuerzo a través de la Ley Nacional de Aguas. El proceso electoral que ya empezó y en forma inexplicable entró en un receso que nadie entiende, mostrará el rechazo a una hipocresía hecha sistema de gobierno. Las traiciones diarias, los cambios de alianzas, solamente muestran el destanteo de una clase política que carece de rumbo claro y que padece de ausencia de liderazgo político. Éste, que un presidente debería proporcionar. Las consecuencias de esta falta de liderazgo, de esta falta de claridad moral, se darán en un forma de un cambio político que no podrá impedir. Por falta de autoridad moral. butruilled@hotmail.com