POR DANIEL BUTRUILLE
Muy efectiva resultó la convocatoria del equipo de Alfonso Romo para los empresarios, quienes llenaron a reventar el salón previsto para el encuentro entre el candidato AMLO y cientos de personas deseosas de conocer mejor las propuestas del fundador de Morena. No hubo sorpresas en los planteamientos del candidato por tercera vez. Acabar con la corrupción, la impunidad y los privilegios, sigue siendo la base de su discurso, ya que de ahí plantea conseguir los recursos para fondear sus planes de desarrollo económico. Dice cosas sensatas, como la de fortalecer el mercado interno, pero a veces cae en los refranes rancios de producir lo que consumimos, como si no existiera una globalización de la cual no conviene abstraerse, sino más bien saber aprovechar. Convence con la proyección de un gobierno austero y eficaz, asusta con sus refinerías nuevas en tiempos en los cuales el petróleo va de salida y que entran los coches eléctricos. Preocupa cuando en términos de educación promueve el volumen de educados, sin garantizar una calidad de educación. Repite su lema socio-educativo: becarios sí, sicarios no. Promete apoyar al campo, fuente de auto suficiencia y garantía de valores esenciales de las personas y de las familias. ¿Garantizará la productividad del campo o aceptará las ineficiencias de las parcelas familiares? Su proyección de la seguridad nacional parece primitiva, como si la reunión diaria del Gabinete de Seguridad a las 7:00 am fuera una garantía de eficiencia. Da confianza cuando reafirma su apego total al Estado de Derecho. “Al margen de la Ley, nada; por encima de la Ley, nadie”. Da esperanza cuando insiste que él quiere ganar para transformar. Sin violencia. Me gustaría asistir a una reunión similar con milenials en lugar de empresarios. Faltó escuchar algo de un futuro basado en tecnologías de punta, no en conceptos del siglo pasado. Tiene mucho oficio, torea bien las preguntas por más que parezcan agresivas. Sin poner a Napito en el firmamento, no dio su brazo a torcer y sigue esperanzado en tenerlo en el Senado. Está seguro de saber resistir las tentaciones del poder, pero se abstuvo de explicar cómo alejaría a sus hijos de dichas tentaciones. Aprendió mucho durante tantos años en la persecución de su meta, pero lo que preocupa es que no parece haberse enterado que el mundo ha cambiado. Ojalá Alfonso Romo y Tatiana Clouthier le abran los ojos para que se percate que el liderazgo que es capaz de ejercer debe ser aplicado, además de moralizar la sociedad y de expulsar los malos gobernantes, a modernizar el país. Urge. ¿Sabrá cómo? ¿Sabrá escuchar a los que le digan cómo? No se ve vengativo. No busca sangre. Es más, afirma que para él, después del 1º de julio no hay más que dos alternativas: Palacio Nacional o su propiedad de Tabasco de nombre tan significativo. Curiosamente, es el candidato más conservador que pretende transformar al país. Es vital que su idea de transformación sea compatible al mismo tiempo con una sociedad cansada de la corrupción y de la impunidad y con una juventud deseosa de novedades y de vivir el siglo XXI. No de volver a vivir el siglo XX. ¿Entiende AMLO el siglo XXI? Ojalá lo demuestre para ganar credibilidad. butruilled@hotmail.com