POR GUILLERMO MELENDEZ
1936, en las escaleras de la Universidad de Viena asesinan a Moritz Schlick por difundir ideas metafísicas que minan la moral y la cohesión de la vida; eso lo lucubró su homicida, un ex alumno. Aunque el filósofo no era judío, el criminal se convirtió en héroe y como si hubiera matado una mosca, salió libre al instaurarse en Austria el régimen nazi.
Los escritores padecen perturbaciones narcisista. Es una enfermedad profesional igual a la silicosis que afecta a los mineros, así como las manías de grandeza que invaden a los directores de cine y de teatro.
Y ahora sucede que los poetas, los auténtico y los impostores, se entremezclan y confunden y al igual que los matemáticos se les considera unos extravagantes que se entretienen con un hobby peregrino como si se dedicaran a crear tortugas o a coleccionar pisapapeles de la época de la reina Victoria.
Desde sus cenizas Charles Babbage y Ralph Emerson conversan: El primero dice –a estas alturas del progreso las máquinas deben de estar produciendo historias más ingeniosas que las de los novelistas. Y el otro comenta: la feria de cerdos de Padua y la feria de libros de Leipzig son el mismo espectáculo.
La ignorancia es un poder celestial de fuerza invencible”