ROBERTO GUILLEN
Vaya jovialidad la de don Manuel Siliceo para ir al encuentro con la Madre Naturaleza. Para procurar los cuidados que precisa esa protuberante maravillosidad que llaman el Rio La silla. Miren nomas la presente gráfica que acompaña estas líneas. Es el testimonio de un individuo que ama literalmente a la naturaleza. Que se inventó una organización llamada 100 metros, cuyas tareas consistían en salir cada fin de semana al Rio La Silla para limpiar otros cien metros. Que cuando muere una jirafa en el Parque La Pastora, se duele. Que cuando murió un elefante en el mismo lugar, lo visitó una suerte de luto cósmico. Que cuando ve la basura por el cauce de su rio de mil amores, su alma lagrimea por dentro y en compañía de sus perros emprende la limpieza para exorcizar el abandono y el valemadrismo que embarga a una era, hipnotizada por la fiebre de la virtualidad. La sorda glotona sociedad cibernética, incapaz de tenderse bajo la copa de esos bellos sabinos centenarios, como evocando la grandeza del poeta Walt Whitman: túmbate en el pasto conmigo.
Le seguiremos el paso a Don Manuel, un ejemplo para los habitantes de la jaula virtual, le seguiremos en su iluminación por los próximos 100 metros…