ROBERTO GUILLEN
Gira la Rueda de la Historia…y el otrora poderoso grupo “Atracomulco”, enclavado en el Estado de México, ya es parte del pasado; ya expide la hedentina de la mosqueada pesadumbre.
Frente a la vigorosa movilización del MORENA, se extinguen las inercias de un bastión priista, que hizo del saqueo su modus vivendi.
La noche del 4 de junio quedará marcada como la Hora del Enterrador. Cuando se esfuma la Victoria y huyen los bribones protagonistas. Cuando se funden los reflectores y aparece la Derrota sin Retoques.
Ya lo decía el gran Carlos Monsiváis, que la riqueza estética de la Derrota suele ser superior a la Victoria. Que cuando el Triunfo cobija al Ecce Hommo, pareciera verse envuelto en el mismo celofán de la banalidad.
Y en la Noche Triste de los Dinosaurios dejaron sola, solita y sola a la candidata Alejandra del Moral. Se pelaron Alito, el panista y el perredista. Dicen que se treparon a un avión y le dijeron Good bye a la Derrota del Edomex, para irse a la fiesta del Manolo.
Noche de momias tristes. Noche de sonrisas apretadas. Noche Muerta del Dinosaurio.
Bien dicen que la Derrota es huérfana. Hasta los artilugios de la tecnología abandonaron el rostro de la candidata priista, que ahora lucía cadavérica y con una frente de pensador griego, cuando en las pantallas de la televisión nos apantallaba con un cutis de lindura apetecible, orlada por las seductoras crines de negro azabache. Es decir, el estereotipo trending; la muñequita con la que todos queremos retozar. Sí, la magia del maquillaje virtual también la había abandonado. Osea, osea, de una fantasiosa historieta, de pronto se apagaron las marketinescas farolas y fuimos sorprendidos por el blanco y negro de una magra realidad, de la cruda R-e-a- l-i-d-a-d: era el Rostro de la Derrota. Junto a la señora Del Moral, Santiago Creel ofrecía una mirada lacrimosa, mientras unos colgajos en su garganta lo exhibían como el Perdedor de la Noche. Ahora la televisión lo traspasaba con una imagen ruda, y un camarógrafo ciego que le importaba ni madres del ángulo propicio para embellecer y catapultar al verboso catrín en turno. Era una toma bellamente grosera: La Belleza de la Derrota…en la gélida expresión de una Beatriz Paredes embadurnada con una pomada elefantiásica y desprovista de todo brillo electorero. La priista y el panista, como dos peces fuera de su acuario, que buscan agónicamente el suero de los reflectores para conferirle oxígeno a sus tumefactas ambiciones. Pero tan solo sirvieron como pintorescas comparsas para enriquecer la Estética de la Derrota. Por ahí se alcanza a ver también a un señor calvo y cabezón, que aprieta la boca, como colocando un candado a su gestualidad para evitar que no se aparezca el tatuaje de la Perra Derrota en su rostro. Él que tantas victorias ha obtenido. Él que sí llegará a los Cien Años en el Poder. Él que si podrá presumir de su documental en la Netflix: “Soy Moreira, el Último de los Dinosaurios”.