POR EL ESPIRITU DE PROMETEO
Muero de nombre
de hombre (por su maldad, y ausencia de bien)
que no me nombra;
de hambre
que me renombra
una y otra vez;
muero de hambre
que muerde las ganas
mis ganas
que dan ganas
de morder (lastimar)
y todo muerde,
y mueren
y de todo
mueren
para renacer.
Esas benditas ganas
de perro
echadas
con los ojos en cruz
con la lengua de fuera
seca
jadeante
de tanto andar
y dar
pensar;
cansadas
de ver
con estos ojos
de gárgola
que todo lo ve,
elevada,
ojos que aguardan
pacientes
mi grande y sublime noche
que no llega
para dejar de ser piedra,
ser carne…
Y: ¡DESPERTAR!