POR ROBERTO GUILLEN
En la red,en los cafés, en las cantinillas vaporosas, en las escuelas, y claro, en el mismo metro también. Caía la noche del 8 de marzo, y nos encontrábamos varados en el metro Cuauhtémoc, atascado, tan atascado que un enjambre de brayants empezaron a verbalizar la expresión que hoy por hoy flota en el aire de Monterrey:
¡Vaagón Roosa!
¡Vaagón Roosa!
Y luego todos prorrumpían en una orgia-hiena de carcajadas. Cuando viré la mirada entendí la escandalina que se traían los rostros de la nini tragedia nacional. Resulta que un prieto atroncado – cuerpo de gimnasio, como se dice ahora- restregaba su piel frente a un viejo lúbrico que se sentía soñado como la estrella porno, inalcanzable para la billetera de ese ojete que llaman Donald Trump.
¡Vaagon Roosa!
¡Vaagon Roosa!
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