Queridos lectores, para transmitirles el goce de ir a ver teatro en ese bello recinto universitario que llaman “Aula Magna”. Esa tardecina los preciosos vitrales – ¿Roberto Montenegro?- nos bañaban de una luz que tonificaba el momento para ver Lobos por corderos, la pieza de Reynolds Robledo que el maestro Luis Martín llevó al escenario, donde brilla el disfrutable talento de Geyma de Cobos, que interpreta la figura lacerante de Bárbara Moretti, la pobre directora del Colegio Schmidt, sacudido por la mala hora, la nota roja y la exigencia de mitigar el Dolor con un millón de Dólares.
La pieza es una clase de dramaturgia no pretenciosa…con las hechuras de alguien tocado para no oxidarse en las marquesinas de lo perecedero. Sinuosamente descubre las capas de todo cuadro trágico, donde la hora marcada nos desfigura y nos exhibe: se suponía que iba a ser un día normal.
El chofer del colegio pone patas arriba la vacua normalidad, dando al traste con los engranajes de la hipocresía social. Enluta a su esposa al volcar la unidad escolar y de paso se lleva a otros escolares, cuyos padres se debaten entre la Dignidad, los tesoros del Principito y el seductor parachute de un millón de dólares.
Entre eso que llaman ética y el callejón de lo pragmático, los aires sombríos del Colegio Schmidt, el rictus calamitoso de Bárbara Moretti y el mismo Reynolds Robledo, nos dibujan la desnudez de una desgarradura…la viva desnudez de lo que repelemos y nos atrae con violencia…
Sí, se suponía que iba a ser un día normal…