ROBERTO GUILLEN
@Periodistta
Esa tardecina me volvió a sorprender el rodaje del monsieur cinema que soy.El azar ha querido que las Tortas Regias, esa lindura de sazón a ras de calle, sea el involuntario escenario donde me acompaña el abogado Anastasio Mendoza, un singular jurisconsulto que rompe con la característica imagen del “Licenciado”que viste de traje, con su respectiva y rigurosa corbata;que va por la vida como el dandy oficinesco, apresurado por encontrarse con el jugoso cliente que le va a significar un gran “bisnes”. La profesión como una estricta caja registradora. Nou, nou, nou…el gran “Tacho”, como le dicen sus amigos, va encubierto para poder conectar con los olvidados,para no espantar a los incorregibles, para poder ingresar a la tremebunda realidad de los abandonados. Algo asi como un tour por los círculos dantescos de la expresiva fatalidad humana. El detectivesco disfraz como un pasadizo para conocer el submundo de los seres disfuncionales que suelen salpicar las páginas de la nota roja, o que trágicamente se van al pozo sin gastar y gustar de su juventud, ante la indolencia de una sociedad desfigurada por un utilitarismo feroz.Y mientras le doy una mordisqueada a mi torta de pierna, observo que la doña del tendajo interactúa con un singular vagabundo que pareciera haberse escapado de ese filme buñeleano que retrata el expresionismo de la miseria humana. Trae un maletín atiborrado de baratijas que se ha pepenado quién sabe donde.Su calambrino manoteo lo conjuga con una intermitente muletilla linguística: si apá, asi fue apá,trato de sacar para la comida apá, después ya me regreso a mi escondite apá,si, aveces me tomo algo apá.
Mientras tanto Anastasio me pregunta por su reciente acción con el Secretario de Seguridad de Juarez, N.L., a quien fue a buscar para pedirle una explicación del porqué están atentando contra tantos jóvenes del municipio, es decir, como bien lo decía el buen Camacho Solís, atender la inseguridad en México no se trata de una simple ecuación de policías y ladrones. Y el buen Tacho, que se ha metido a la boca del lobo de los penales, lo sabe y lo sabe muy bien. Por eso se encabrona con el pastoso trato que le dan los burócratas del municipio. Y como no lo ven con el formalismo de un “Licenciado”, sino con el look de un guarura de pelo ensortijado, rostro barbado y gesto adusto,pues se la aplican y le dan el burocrático avión. Yo le digo que está muy bien ir en busca del gendarme, pero que no se exalte, que no grité, que no insulte a nadie y menos que ande hablando como un escandaloso perdonavidas. De buena manera asiente con mis respuestas; y apenas me iba a decir algo, cuando nos interrumpe la doña de las tortas:
Oigan,no quieren cooperar con mi amiguito, ayúdenlo anda vendiendo unas cositas, a la mejor les pueden servir…
Si,bara, bara, una monedita de 10 pesos, expresa el morrillo que afecta el tic nervioso de torcer sus labios, como una secuela de su adicción a los drogas.Al instante nuestro abogado detectivesco entra en acción y empieza a sostener una conversación con el joven. Cada pregunta es el signo de un estetoscopio que busca obtener la radiografía de otro urbanita disfuncional que sufre la violencia de un padre alcohólico; y que ha preferido rodar como una piedra ante la fallida ternura familiar. Al igual que los olvidados de Buñuel, luce sucio y a la intemperie, pero con un motorcito de voluntad integrado, que no lo deja caer en el muladar de un pusilánime indigente.
Luce un par de guantecillos mugrosos que le confieren una suerte de simpatía fílmica, en-la-jungla de la erosión humana. Por lo que el abogado Anastasio le brinda 60 pesos, le toma sus datos y le ofrece ir a visitarlo para buscar una manera de integrarlo con sus padres. Y mientras apunta los datos, el periodista toma su celular y registra otro bello momento para monsieur cinema..