POR ROBERTO GUILLEN
Como un milagro, un oasis y una conquista de la lucha social, hemos encontrado al Centro de Desarrollo Infantil, mejor conocido como CENDI, en el corazón donde surgió el Frente Popular Tierra y Libertad.
Y al presenciar la cultura de calidad que revisten cada uno de sus espacios, de los servicios que ofrecen, del gestus servicial en cada empleado, uno termina por preguntar a la maestra Lupita Rodríguez:
¿Cómo le hizo maestra? ¿Cómo es que ha logrado concitar tantas voluntades para obtener este gran resultado?
“Mi vocación real, genuina, es la docencia. Amo ser maestra, me apasiona. Y siempre he procurado estar con aquellos que menos tienen, con los que están en desventaja”.
Instalados en una sala contigua a la biblioteca, compartimos la charla con un café, que viene a tonificar la sensación del periodista:
Maestra, la calidad de los espacios y el proyecto en general, me hace sentir en una esfera del primer mundo…me siento en un proyecto educativo de primer mundo.
“Claro, porque la educación es la única vía de transformación social, para revertir el círculo vicioso de reproducción de la pobreza”.
Después de 25 años, el Frente Popular Tierra y Libertad ha logrado replicar el proyecto CENDI en 14 unidades y ha obtenido 40 premios, que van desde lo estatal, federal e internacional, consiguiendo atrapar la atención y el respeto de organizaciones internacionales como la OEA, la OPS y la OMS.
Para quienes no lo saben, para quienes lo saben y lo ignoran, y para los burguesitos que ningunean un proyecto humanista de este calibre, es importante decirles y/o que recordarles que los CENDI son instituciones públicas de educación temprana en Monterrey, Nuevo León, que ofrecen servicios de cuidado y educación infantil a madres trabajadoras en zonas urbano marginadas. En estos centros imparten dos niveles educativos: el nivel inicial de 45 días de nacidos a 3 años, y el nivel Preescolar de 3 a 6 años.
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Y de pronto la maestra Lupita se incorpora de su mesa.
– Venga, venga, ay deje sus cosas, le voy a mostrar el área prenatal.
De tal manera que caminamos a otra área, donde a través de la ventana se observa a un grupo de mujeres embarazadas recibiendo instrucciones de una maestra, tocante a los cuidados que deben guardar para procurar el bienestar del ser humano que ya viene en camino. No se trata de una clínica para ricos, no. Es la resultante de aquel principio que sale de los labios de la maestra Lupita como un imperativo recordando a Proudhon: “La conquista de la Tierra”
Quién iba a decir que a 47 años, cuando un puñado de soñadores rebeldes y de mujeres que ofrendaron su vida, tal como lo describe Sandra Arenal en su libro, Las mujeres de Tierra y Libertad, ahora no sólo disponen de una ejemplar institución para el cuidado de los niños, sino que aún más allá, desde el vientre materno, un proyecto educativo y comunitario ya les está dando la bienvenida.
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De tal manera que recorrer las aulas que conforman los diversos departamentos del CENDI número 1, se convirtió en una experiencia para- milagrosa del believe it or not
Por ejemplo, al abrir una de las puertas, nos encontramos a una pequeña que está siendo intervenida por una dentista, mientras que su madre observa la operación. Pero la silla donde está montada parece el dispositivo de un astronauta que està por emprender un viaje a Marte. Hasta me hizo pensar en Yuri Gagarín, aquel ruso que se aventó el viaje a la luna.
“Y es que la educación empieza por la higiene bucal”, comenta la maestra Lupita, cuando la dentista nos informa que su tarea es recorrer los CENDIS de la ciudad para practicar un chequeo dental a los niños, y una vez que se ubica un caso, el pequeño paciente es agendado para después ser intervenido.
¿Y usted qué opina?, preguntamos a la joven madre, que luce un gesto de sutil alegría.
“Pues que le puedo decir, todo esto que está haciendo por mi hijo, porque es gratis, y yo no tengo para pagarle un dentista”.
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Y así, cada puerta que abrimos la maestra Lupita nos sorprende con un proyecto que se distingue por incluir lo que ella denomina, la tecnología educativa. En una sala una nutrióloga ilustra a una pequeñina el valor de cada contenido nutricional y en otra sala dos jóvenes científicos estudian el estado en que ingresan los niños al centro para después ser intervenidos en que caso de que así se requiera, para evitar que las deficiencias congénitas se desarrollen durante su crecimiento.
Abrimos otra puerta y unos chiquitines, debidamente uniformados, placenteramente duermen en su respectiva colchoneta, mientras una educadora observa el cuidado del pequeño.
La fuerza poética de la imagen contrasta tanto con los aires de la barriada donde se encuentra instalado el centro, que terminamos por caer en la cuenta de que nos encontramos ante una incubadora del futuro.