@guillenwriter
Cautivante, estrujante y delirante, así podríamos definir «De acá de este lado», la pieza con que Guillermo Alanís obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia hace 40 años. Me parece que el Dramático Teatro de Jesús Escamilla se apunta un hitazo al montar lo que se conoce como el teatro de la frontera norte, donde asistimos al delirio fatalista de una madre que deposita su existencia en su hijo que se ha ido de mojado, cuando en aquel entonces se barrian los billetes verdes por las calles del sueño americano…ja.
Subsumida en la religión del dinero, la obcecada madre dominatriz también arrastra a sus hijos en un confinamiento para-psiquiatrico, donde todo se reduce a la manía becketteana de Esperar. De tal manera que cuando su hijo glotón le dice que tiene hambre, su progenitora le receta el mantra de la Espera. Lo mismo su hija sedienta por sentir la piel del Placer. La Espera, sí, hay que Esperar al «Mojado»para venga a resolver nuestra felicidad tercermundista.
No se a quién otorgarle el título de Magistral, si a Sussy Alanís, cuya soberbia dirección nos presenta una filigrana de personajes encantadoramente delineados , como esa pispireta vecina (Claudia Rivera), en cuyo delantal lleva inscrita la expresión»viva la vida», y que de cuando en cuando viene a mirujear el drama de una madre loca por el dinero gringo, tan loca, tan loca que junto a sus hijos ya levita y delira en un mundo imaginario, como eso de celebrar la noche mexicana en el mismo encierro. Que no solo de comilonas y mexicanisimas borracheras vive el hombre, sino también del verbo Esperar…ja
Cuando vayan a ver la obra, me van a dar razón del profesionalismo que reviste la actríz Lily Cruz, la madre dominatriz que arrastra a sus hijos en un viaje atavico. Vaya manera de vibrar con su personaje, de electrizar el escenario y envolverlo en un halo de risible fatalidad. Mientras la sardónica vecina flota con el goce de su lúdica mexicanidad, los que Esperan llevan en su cuerpo el signo de una oprobiosa esclavitud mental: la soga del destino. De hecho bien podríamos decir que la escenografía «De acá de este lado» , se reduce a un juego de sogas. Así se nos presenta Angélica Monroy, la hija que busca escapar de una cárcel de Sogas. Una y otra vez busca escapar a la locura de su madre por una escalera de sogas, pero es imposible.
Así también el actor Jesse Lualdi lleva la chiclosa soga como la extensión de un cordón umbilical del que solo podrá escapar en un imaginario parricidio.
Ante el hambre que lo consume y desfigura, su madre le responde con las recetas mágicas de su religión: «El Dinero lo puede todo «. «Ahora que seamos ricos «…el hijo glotón webon podrá tener su propio restaurante y comer lo que quiera…ja.
A quien le damos el premio, la distinción, el galardón? Se vuelve a interrogar este periodista esteta, que le ha tocado disfrutar la grandiosa escena en primera fila, a unos cuantos centímetros siente el vigoroso y teatral palpitar de una hija desterrada del Deseo, que mientras se despeña de su soga-escalera así sella su destino:
No, no te preocupes por mi, aquí todo sigue igual como cuando estabas tú..