Cuando era niño, escuchaba decir a los mayores que los comunistas se comían a los niños y eso me asustaba; tal vez, muchos de Ustedes, mayores como yo, escucharon lo mismo. Y tal vez me asustaba, porque en mi pequeño pueblo del Refugio Arroyo Seco Querétaro, todos se apoyaban mutuamente, entre los vecinos había mucho cariño, mis padres compartían el frijol, el maíz, las frutas, las gallinas y hasta la yunta de bueyes, y yo veía como la actitud comunitaria nos daba vida.
Después estando en el seminario estudiando teología, me asome a Marx y a Engels, y mientras profundizaba en la Teología de la Liberación con el Padre Paco Gómez, leí las obras de Gustavo Gutiérrez, “Jesucristo liberador” de Leonardo Boff, las Homilías de Monseñor Romero, la cristología de Jon Sobrino, las predicas de Ignacio Ellacuria, la opción pastoral de Don Samuel Ruiz, la educación liberadora de Paulo Freire, las poesías de Ernesto Cardenal y de Pedro Casaldaliga”, etc… y entendí que había multitudes de hombres y de mujeres cuya dignidad pisoteaban los dueños del dinero, los cuales, los habían condenado a una pobreza estructural para aprovecharse de ellos mientras tuvieran fuerzas, salud y vida; pero que junto a esos empobrecidos había también hombres y mujeres comprometidos en su defensa para devolverles la dignidad que injustamente les habían arrebatado.
¿De dónde vienen esos hombres y esas mujeres que están con ellos, me preguntaba? Algunos Vienen de la Izquierda me decían, y otros vienen de las comunidades eclesiales de base me afirmaban.
Iba a la biblioteca, leía los documentos de Medellín y de Puebla, firmados por los obispos latinoamericanos, y me confirmaban mis sospechas, estábamos llamados por el mismo magisterio de la Iglesia, a hacer la opción por los pobres, rompiendo las estructuras del pecado social, atacando la injusticia inducida y llamando a una conversión que disminuyera las brechas sociales.
Desde entonces me encanta leer el libro del Nuevo Testamento Hechos de los Apóstoles, el cual, en sus primeros capítulos, habla de las primitivas comunidades cristianas, las cuales, todo lo tenían en común y nadie pasaba necesidad, vivían unidos, se amaban mutuamente, se dedicaban a la oración comunitaria y a la fracción del pan, escuchaban con atención la predicación de los apóstoles y sus comunidades tenían vida de Dios.
Un día, leí la afirmación de Don Helder Cámara (Obispo Brasileño) «Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista».
Ya siendo sacerdote, leí esta frase: “La Eucaristía tiene un sentido fraterno, pero también tiene un sentido subversivo. La eucaristía subvierte valores, es decir, en este mundo donde lo más importante es la injusticia, el odio, el capital y la violencia, la Eucaristía dice no, lo más importante es el amor, la alegría, la paz, la fraternidad, la solidaridad”. Desde entonces me he involucrado en los movimientos sociales, en la custodia del medio ambiente, en la defensa
de los derechos humanos, en el acompañamiento a los excluidos y en una pastoral amable, fraterna, misericordiosa, mariana, eucarística y liberadora.
Por eso, ahora cuando alguien me dice “comunista” no me molesta, porque pienso que todos debiéramos compartir lo que tenemos, ser solidarios, ser fraternos, ser justos, ser amables, ser alegres, ayudar a la gente más sencilla para que nadie se aproveche de su vulnerabilidad y les quite lo poquito que tienen.
Incluso algunos me acusan abiertamente de “comunista” porque tengo amistades en las comunidades lésbico gay, o porque un día participe en un foro contra la pederastia clerical, al lado de las víctimas de Marcial Maciel y de otros.
Hace poco, mi ahijado Rodolfo me pregunto a boca-jarro, ¿es Usted ‘comunista’? Y yo le dije que sí, explicándole que debemos apoyar al prójimo siempre para que nadie viva abandonado a su suerte a la orilla de los caminos, que si todo eso lo hacemos movidos por nuestra fe en Dios, entonces estamos construyendo su Reino.
En el fondo, no sé si sea comunista, lo que si se es que siempre he tratado de ser es solamente un buen cristiano, un buen seguidor de JESUS, un buen servidor de los demás, un buen amigo de los que me rodean, un miembro más de mi familia que fomente la unidad, alguien que acompaña a los que sufren y un buen católico que invite con el ejemplo a vivir la Comunión.
Recientemente andan muchos asustados diciendo que el actual presidente está conduciendo a México hacia el “socialismo-comunismo”, lo cual, sospecho que es estrategia de la derecha para seguir negando la justicia a los oprimidos y para seguirse enriqueciendo impunemente en los puestos políticos. Yo quiero invitarlos a que no se asusten tanto, porque realmente, no es malo “que nos digan comunistas”, solo porque como cristianos, queremos ayudar a la gente, y como dice el Papa Francisco, no debe asustarnos eso, porque es el centro del Evangelio.
Soy el Padre Guerrero y esta es mi humilde opinión.