POR XIMENA SUBERCASEAUX
Hace menos de una semana regresé de Monterrey. Ya en Chile se hace inevitable la comparación: quería escribir sobre el México profundo que sentí esta vez con más fuerza ¿qué es, como describirlo? La voluntad de prodigarse, de abrirse al otro, a la otra manera de ser, al otro acento: en saludo, en sonrisa, en ¡salud! en que le vaya bien. En cariño, en gestos que convierten la generosidad en belleza . No he conocido un pueblo con tanta gracia. Con tanta alegría de vivir en medio de la desgracia, capaz de celebrar hasta en la muerte. Y habiendo vivido allí casi 25 años entendí esta vez más que otras, lo que hace único a México está en los genes , en la sangre de cada mexicano. Sin importar su nivel social aun cuando se hace más evidente en el pueblo sencillo, el mexicano de a pie, el chofer del taxi –sí, a pesar de Mara, a pesar de los profundos dolores que ese pueblo carga y que hacen decir a cada rato: pobre México! Para en seguida agregar: qué país tan grande! Tan inmenso e indestructible. Fuerza México, Grande México, que aún en las peores desgracias es capaz de recrearse a sí mismo. Espero que el gobierno chileno no demore en expresar su solidaridad en gestos tan claros y generosos como los que México nos ha enseñado desde hace mucho