@guillenwriter
Con los años, las desilusiones y los lagañosos desengaños, se convirtió en el ser más práctico del universo. Para el Semental de la Vista Hermosa ya no hay vuelta de hoja: la Felicidad cuesta mil pesos. Su fría ecuación se traduce en el goce de una sonrisa nirvánica, que golosamente se muerde los labios y sus manos simulan apechugar aquellos pechos frutales de la puta que se compró con mil pesos. Ya no quiere saber de gastalones romanticismos chiclosos y tóxicos .La síntesis de sus placeres frisa con la glotona expresión de Felipe el millonario: Mama y Olvida.
Además, que weba con el pleito de moda: el fatigante estira y afloja de los divorciados, por la pensión alimenticia. Nou, es mucho embrollo, mejor hay que consumir toda la felicidad en una noche y por mil pesos. Para qué alimentar bodorrios de fantasía, si el dinero es el que rige nuestras emociones. Bien lo dijo Balzac: me avergüenza confesarlo, pero no concibo el amor en la miseria.
“Me hacen fila”, expresa festivamente jactancioso el Semental de la Vista Hermosa cuando una mona casquivana se quiere poner sus moños y brincarse la tarifa de los mil pesos.
En otro tiempo gustaba del pobre sexo que se puede manzanear en los teibols. Pero con el tiempo ha refinado una técnica que le prodiga más placer y lo vuelve garañón respetable o cuando menos, un certificado cojelón de clasemedieras apuradas de dinero. Ahora a las monas se las lleva a su mansión y las pone a cocinar en pelotas. Un asunto menos maquinal y con la humanista pimienta de la conversación, la cheve y unos chicharrones de la Ramos.
Ahora si eres todo un romano, cabrón, le expresa el periodista iconoclasta que ya lo vislumbraba como un sátiro goloso de las venusinas de pechos frutales.
“Mira lo que me comí anoche”, le muestra la pantallita de su celular al periodista iconoclasta, quien advierte la fugaz felicidad de un hombre que ya no está para ser el fiel abastecedor de una sola mujer en el encierro familiar. No, como suelen decir ellas, “Ya No”.
Y cada vez que se come un manjar, quiere otra, otra y otra. Y cuando mirujea por la plaza comercial ese bamboleo de nalgas, sí, ese cadencioso bamboleo de nalgas que mueven al mundo, enfáticamente se dice a sí mismo: las quiero, también me puedo comprar y gozar ese sabroso bamboleo.
Y una vez que las consume y les muestra la gordura de su billetera, ellas buscan tirarle el típico lazo romanticoide para traerlo como el pendejito que le compra todo y hasta le bajan el viaje a la playa de cinco estrellas, todo pagado.
Pero les mata la ilusión con la habilidad de un consumado bróker:
No mi amor, tu lo que necesitas es dinero. Si te interesa venir a mi cama, ya sabes que te llevas tus mil pesos.
Como sonando a un involuntario y novelesco epitafio, desde su matemática practicidad existencial emerge esta pepita de la conversación:
“Fíjate que ahora mi única motivación de ganar dinero es para cojerme a todas las mujeres que sea posible, sobre todo si están bien buenas”
El periodista iconoclasta lo observa con la fruición de saber que se encuentra ante un literaturizable personaje y así le responde:
Hoy te bautizo como el Semental de la Vista Hermosa.