POR DANIEL BUTRUILLE
Esperamos que durante su semana de vacaciones, allá en su propiedad de nombre tan evocador, AMLO haya reflexionado sobre la necesidad urgente que se le presenta de acelerar su metamorfosis de jefe de Partido a jefe de Estado. El jefe de partido, aconsejado por amigos mal informados o mal intencionados, puede haber ordenado la creación de tal o cual fideicomiso; el jefe de Estado tiene que elevarse por encima de los asuntos partidistas y dejar que los asuntos legales entre los partidos y las instituciones sean resueltos de acuerdo a la Ley. Mandar a las instituciones al diablo sería un mal inicio para un presidente recién electo y que ni siquiera ha tomado posesión. Después de su triunfo electoral arrollador, AMLO ha confundido las dos posiciones. Está tardando en abandonar su rol de jefe de Partido pero ha estado ocupando a velocidad del caballo galopando los espacios vacíos que ha encontrado para hablar y desempeñarse como si ya le hubieran transmitido la bandera nacional. Su partido es él. Pero ahora, el Estado será él también. No hay compatibilidad. ¿Será que un partido tan identificado con un solo hombre más que con una ideología batallará para reposicionarse? Es muy posible y probable. Pero el país no aceptará ser conducido por el jefe de un Partido. México ha sufrido demasiado tiempo por la confusión entre líderes partidistas y políticos asumiendo responsabilidades a nombre del Estado, para permitir que esta confusión siga siendo la marca del nuevo régimen. De seguir así, le daría la razón a los que afirman que el PRI revivirá a través de Morena, y que Morena no es más que un nuevo integrante de la partidocracia. Si así fuera, esta victoria electoral representaría una gran desilusión y los electores no tardarían mucho en darse cuenta que la regeneración sería solamente un cambio de apellido. Dentro de la misma familia, esto no se vale. butruilled@hotmail.com
