POR ROBERTO GUILLEN
Queridos lectores, hurgando en mis archivos me encontré con esta reseña que escribí sobre un libro de mi brother Romeo Flores Caballero, y que lleva por título De la Revolución social a la Revolución neoliberal 1910-2014. Espero que la disfruten y por su fina atención, Gracias.
En el mundo del revés, nada el ave y vuela el pez. En el de la política para hacer dinero, no hay izquierda ni derecha, el centro está en todas partes y en ninguna.
León García soler
Con gran interés nos hemos internado en las 500 páginas que comprende la obra del historiador Romeo Ricardo Flores Caballero, y que lleva por título, De la Revolución social a la Revolución neoliberal, 1910-2014, editado por la UANL. Pero entre tanta “datología” oficiosa y entre el hormigueo de la numeralia, de pronto sentimos que nos deslizábamos sobre kilómetros de rollos de papel, empapados con la retórica y la demagogia de los “revolucionarios” que cambiaron los caballos por los Mercedes Benz.
De cada sexenio y su respectivo presidente, Romeo nos ofrece una involuntaria hipnótica retahíla de redundancias, que colinda con el amargo diagnóstico del gran Cosío Villegas:
Don Daniel estaba convencido de que todos los revolucionarios habían sido “inferiores a la obra que la Revolución necesitaba hacer. Madero, decía, “destruyó el Porfiriato”, pero no logró desarrollar la democracia que necesitaba México; Calles y Cárdenas “acabaron con el latifundio” pero “no crearon la agricultura mexicana”.
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Como un demiurgo que describe los oleajes de la Fortuna, en su obra los presidentes y demás hombres del poder, son más bien hombrecillos que se rinden ante el coloso del Norte. Por cierto, una obra encontrada en el Museo de Historia Mexicana, donde todos aparecen en miniatura y con cuerpo de plastilina, pareciera sintetizar lo que somos: Nuestro destino como nación está marcado por los despojos y desprecios de la garrapata imperial…la garrapata imperial que nunca nos hemos podido sacudir.
Sí, la obra de Flores Caballero nos dibuja así el yugo de México: entre la petrolización de la política y la tarántula del FMI.
Ese guasón racista que llaman Donald Trump, es la Doctrina Monroe orinándose desde una verja fronteriza, sobre la Doctrina Estrada. Síntesis: la Doctrina Monroe es el grillete del pensamiento Latinoamericano.
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De igual manera que un botánico describe las capas históricas del crecimiento de un árbol, el buen Romeo nos lleva de la mano para ilustrarnos de qué está hecho el país de los mexicanos:
“La indisciplina y la deslealtad se convirtieron en normas escritas y no escritas para los miembros del PRI”.
“Un gobierno que traicionaba el principio de justicia social. La Revolución, de acuerdo con profesionistas y académicos de la clase progresista, había iniciado la redacción de su acta de defunción”.
Y claro, los partidos políticos, hoy conocidos como la “clase política” y también como la “partidocracia”, se convirtieron en rameras del pernicioso patrimonialismo.
De tal suerte que en la medida que avanzamos en la lectura del libro, asistimos al desmantelamiento de lo que se conoce como el “Estado de Bienestar”, permutado por un capitalismo de compadres bajo la férula de Carlos Salinas de Gortari. Ya después todo es una histórica tumba de promesas. Hasta las manos me pesaban para darle vuelta a la página, mientras el zumbido de una mosca me pedía que ya terminara de leerlo: zzzzzzzzz…zzzzzz….zzzzzzzzz…zzzzzz…zzzzzzzz…
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¿Qué se entiende por “mover a México”?
Modernizar, privatizar y abaratar.
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Las pavlovianas marionetas de Salinas sólo responden a dos estímulos:
Adquirir Poder y Riqueza
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Así concluye su obra el historiador Romeo Flores Caballero:
Los imperios deben ser cosa del pasado. Son tiempos de fortalecer la identidad nacional, regional y local frente a los absurdos intentos globalizadores, que pretenden desaparecerlas. Ambas pueden vivir en armonía. La sociedad moderna prefiere el uso de la razón sobre el uso de la fuerza. No habla bien de los sistemas políticos la competencia desenfrenada por la lucha del poder por el poder mismo, y tratar de controlar países y sociedades que tienen su propia evolución, desarrollo y experiencia histórica distinta a las que se les trata de imponer.
¿De qué sirve que en los tiempos de la globalización 85 personas posean una fortuna equivalente a la de 3,500 millones de ciudadanos, la mitad de los habitantes de la tierra? Y, ¿de qué sirve? O ¿en qué se beneficia la democracia mexicana si sesenta empresarios, como en la época de la Revolución, controlan la economía, sociedad y política del país?
Vivimos el ocaso de la globalización que ha reforzado concentración de la riqueza en muy pocos y la pobreza en muchos.