ROBERTO GUILLEN
Como se devora la fresca fruta de temporada, así me pasó con Perfume y Pólvora, el libro que escribió Cristina Sada. Algo así como la resultante de su experiencia en las pasadas elecciones, donde compitió por una senaduría. (A diferencia de los miles y miles de candidatos y candidatas prescindibles y predecibles, ella continúa en las redes sociales dando la pelea.)
Nos encontramos ante una mujer que se prendió de a de veras en su afán por llevar al licenciado Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República. Pero más allá del “mesías tropical”, en cincelar la utopía de todos los que luchamos por un México más igualitario.
Desde el primer párrafo de su libro, hasta la última página, serpentea una palabra que resulta peligro puro para los bandidos del sistema: P a s i ó n.
De tal manera que nunca resulta gratuito el hecho de que el “capo” de la CTM se haya sentido atraído por la pólvora participativa de la señora Sada, tal y como lo relata en su libro. Frente a la entrega sin reservas de nuestra candidata, sus oponentes se antojan de plastilina.
Porque los emilianos zapatas, los franciscos villas, los lázaros cárdenas, los migueles hidalgos y los flores magones, entre otros, simplemente ya no vendrán. Frente a estos gigantes de la historia los peñas nietos, los rodrigos medinas, los beltrones y demás fauna de la cleptocracia mexicana, tan sólo se antojan gangsterilmente de chapopote.
Frente a la Pasión por México que nos transmite la señora Cristina en su libro, las senadoras por Nuevo León – Ivonne, Marcela y Cristina Díaz – tan sólo exhiben una sensibilidad de hule espuma.
Ya lo vieron pueblo, ya lo vieron…también se montaron en ese mercado persa donde sin empacho han entregado nuestra riqueza petrolera.
Bien lo dijo Stendhal, las pasiones no calculan. Porque ni siquiera su mismo equipo de campaña la podía comprender. Mientras la señora Sada luchaba por llegar al corazón del mexicano jodido y expoliado, ellos pretendían enmarcarla en la costumbre ruinosa de lo convencional. Por lo que Cristina resulta exactamente la antípoda de toda simulación siniestra…que tan bien dominan los priistas y demás cómplices de la cleptocracia mexicana.
La fiebre utópica de Cristina también nos remite a las letras del gran Thomas Mann: “La pasión es el olvido de sí mismo”. Lo que hizo vibrar el corazón de Hans Castorp, fue más o menos lo que le pasó a Cristina. En este caso, un loco amor por México, hierve en la sangre de la hija de Irma Salinas Rocha