POR DANIEL BUTRUILLE
Más allá de la corrupción, el verdadero tema de la vida política en México, y por lo tanto de la contienda electoral, es la Justicia. La corrupción, el crimen organizado, y los fraudes electorales son consecuencias de una impunidad ilimitada desde hace muchas décadas. La impunidad es fruto de una profunda enfermedad de la Justicia, tanto en su fase de procuración como de impartición. Sin hablar de la aplicación, que por el sistema carcelario medieval que prevalece en el país, amerita otra reflexión. Esta enfermedad nace de un virus político. A nivel estatal, estamos enfrascados en un proceso que enfrenta el poder legislativo y el poder ejecutivo. Cuando la Justicia es causa de discordia entre Legislativo y Ejecutivo, se puede afirmar que el tejido democrático del Estado está roto. Debemos reconocer que las propuestas disparatas del Gobernador Interino contravienen las disposiciones legales que aprobaron los diputados. Si el Ejecutivo no acepta las decisiones del Legislativo, ya no hay equilibrio democrático. Nuevo León está a punto de transformarse en un estado absolutista. Todavía no se sabe si será absolutismo Legislativo o absolutismo Ejecutivo. Pero la ruptura está consumada. Lamentable consecuencia de un pleito armado desde fuera entre la partidocracia local, respaldada por la partidocracia nacional y el sistema político nacional, encabezado por un presidencialismo autoritario y corrupto. A nivel nacional, el debate presidencial se ha deslizado naturalmente sobre el terreno de la corrupción. Los moches de los diputados, versus los mega desvíos ideados desde el poder central para hacerle favores al PRI y a sus cómplices. Es muy significativo que el candidato priista haya tenido que rechazar la creación de una Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) en México, como la que existe en Guatemala. El candidato Meade consideró que el País tiene la capacidad de construir sus propias instituciones en materia de seguridad (¿no será más bien de Justicia, señor candidato?), por lo que no necesita de «rueditas» para combatir la impunidad. Expresó: «México tiene toda la capacidad de construir instituciones creíbles, México no necesita rueditas para combatir la impunidad, México necesita voluntad política y mejores instituciones y habrá de tener ambas». Tendrá que justificar la inoperatividad del Sistema Nacional Anticorrupción a consecuencias de obstáculos puestos por el propio gobierno federal, y tendrá que explicar de dónde vendrá la voluntad política que los gobiernos de los cuales es producto, han sido incapaces de demostrar. Si bien la corrupción es la cara visible del debate callejero, la verdadera pregunta es de saber cómo acabar con la impunidad. En otras palabras, cómo crear un verdadero Sistema de Justicia que permita transformar a México en un país moderno. Un país del siglo XXI. Ya no un país de los tiempos de la Conquista, en el cual el virrey dictaba justicia (¡con “j” minúscula!). butruilled@hotmail.com