POR ROBERTO GUILLEN
Siempre he creído que en esta ciudad (Monterrey), si no hablas de futbol, no funcionas. Y uno se desplaza por la City bajo una feliz condena de convertirse en un cátaro de la postmodernidad.
Quizás esa es la gran miseria de la patología social, que no tienen otra cosa de qué hablar
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¿Quieres conocer el poder de un hombre? ¿Quieres conocer los sueños de una ciudad? ¿Quieres conocer el furor de la felicidad epiléptica? ¿Quieres ensayar un orgasmo colectivo en los aires de la hipermodernidad? Pues métete con tu smartphone a un estadio de futbol.
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El futbol reviste la perruna y antropológica exigencia de creer en algo. Donde todo fundamentalismo se antoja ruin y deleznable…porque no anida la maravilla del azar. El palpitante suplicio-parachute de saber que la moneda sigue en el aire, esa es la viruela del futbol.
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¿Quieres conocer otra religión donde la Virgen de Guadalupe, o la Virgen del Cobre, o la Virgen del Chorrito, o la Virgen que tú quieras, se ha transfigurado en 22 monos disputándose el Poder de una pelota?
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La Belleza del futbol es gemela de la barbarie panbolera. ¡La porra te saluda! bifronte. El Dios Jano hirviendo en “El Volcán”.
*** Quizás la mejor pedagogía para gozar a la Ilíada y la Odisea, de ese clásico griego que llaman Homero, es ir a degustar los dribles de un Gignac. Quizás el futbol reviste la hendidura luminosa para mirujear a ese Ayax de la tremulante figura, que se transfigura en los dribles de un Gignac. Como dice la canción, quizás, quizás, quizás…
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Años atrás, después de que nos enteramos de que los hilos del Diablo Fernández ya se dejaban sentir en el ámbito del activismo social y la participación ciudadana, vaticinamos que se iba a convertir en el Alberto Anaya del siglo XXI. Pero después de que uno se mete a los coliseos de la postmodernidad, dimensionamos que las sombras de Alejandro el Magno continúan cabalgando.
La pregunta es: ¿pa’dónde va el muchacho?